Aguahara

Aguahara, una técnica de relajación

Conocí el Aguahara, una de las más bonitas técnicas de relajación que conozco, el verano pasado y el último invierno lo disfruté casi a diario en los brazos de mi querido neoyorquino. Danzando en aguas hindúes, con el sol golpeando mi cara perdí unas cuantas nariceras y la noción del tiempo.

Aguahara; una de las técnicas de relajación más bonitas.
Sonríe sirenita que tus ojos brillan.

Ayer vi a mi amigo Lorenzo, es un maestro del Aguahara y vive en mi misma ciudad, así que no puedo evitar quedar con él de vez en cuando para regalarme treinta minutos de tan mágica y relajante experiencia.

Nos citamos en un spa de la ciudad, tiene agua termal y la piscina a casi cuarenta grados me acoge sin dudas, sin escalofríos, sin tembleques. El techo acristalado deja entrar el sol, que aunque hoy no es muy fuerte, emite su luz y su calor llenando el espacio de bonitos contrastes.

Lorenzo se acerca a mí y me da un par de sencillas indicaciones, primero me hará un poco de Watsu y después Aguahara, dos técnicas de relajación muy similares. Así que me coge de las manos, cierro los ojos y empieza la sesión. Despacio, como en una danza muy lenta, me va tumbando en la superficie del agua; presiona mi espalda con dedos firmes, apoya mi cabeza en su hombro, la relajación va llegando. Escucho el sonido del agua, las burbujas recorren mi cuerpo mientras él lo va moviendo con tanta delicadeza como si tratase la pieza del cristal más fino. Ahora me pone la naricera, la pinza que usan las chicas de natación sincronizada, debo respirar por la boca. Sigue meciéndome, a un lado, a otro, mis brazos flotan en el agua, a veces me parece que ya no tengo articulaciones, que soy todo fluido, que me fundo con el mismo agua que me sostiene.

La luz atraviesa mis párpados cerrados, una pequeña presión de Lorenzo en mi brazo es la señal de que debo tomar aire y cerrar la boca, entonces me sumerge, me arrastra de un lado a otro, el agua acaricia mi cara, siento destellos en mis ojos, la magia me invade, enseguida estoy de nuevo en la superficie, respirando tranquilamente. El baile continua, gotas de agua salpican mi cara en un ritmo infinito, imposible no sonreír. Mi mente también se ha disuelto con el agua, con los destellos, con la danza… es una relajación muy profunda.

En sus brazos me siento bien, protegida. Aunque no lo recuerdo, imagino que estoy en los brazos de mi madre cuando era un bebé, tanta ternura que desborda los sentidos.

Lorenzo me quita la pinza de la nariz y pone su pulgar en mi entrecejo, es la señal de que el fin está cerca. Poco a poco voy abriendo los ojos, voy volviendo, me incorporo despacio y le abrazo con tanto cariño que podría estar ahí toda la eternidad. Pero la vida continua y aunque por un rato el tiempo se esfumó, ahora debemos continuar.

Es todo un lujo tener a Lorenzo tan cerca, es mi ángel acuático, es la magia hecha persona.

Aguahara

Te recomiendo con todo mi corazón que pruebes (aquí te dejo el contacto de Lorenzo: 695 55 11 15), en esta ciudad o donde sea. Es una experiencia mágica y única, con tanto poder… a mí me cambió la vida, pero eso es otra historia.

Be water, my friend
Bruce Lee

Deja un comentario